Silencio.

No digas nada, no preguntes nada. 
Cuando quieras hablar, quédate mudo: 
que un silencio sin fin sea tu escudo 
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada, 
no llores si el dolor es más agudo, 
no cantes si el camino es menos rudo, 
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente 
que poco a poco y silenciosamente 
inundará tu pecho de este modo, 
sentirás el latido enamorado con que 
tu corazón recuperado 
te irá diciendo todo, todo, todo ...

(Francisco Luis Bernández)

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