Latidos de ese corazón.

Antaño don Verídico sembró casas y gentes en torno al boliche El Resorte, para que el boliche no se quedara solo. Este sucedido sucedió, dicen que dice, en el pueblo por él nacido.

Y dicen que dicen que había allí un tesoro, escondido en la casa de un viejito calandraca.

Una vez por mes, el viejecito, que estaba en las últimas, 
se levantaba de la cama y se iba a cobrar la jubilación.

Aprovechando la ausencia, unos ladrones, venidos de Montevideo, le invadieron la casa.

Los ladrones buscaron y rebuscaron el tesoro en cada recoveco. Lo único que encontraron fue un baúl de madera, tapado de cobijas, en un rincón del sótano. El tremendo candado que lo defendía resistió, invicto, el ataque de las ganzúas.

Así que se llevaron el baúl. Y cuando por fin consiguieron abrirlo, ya lejos de allí, descubrieron que el baúl estaba lleno de cartas. Eran las cartas de amor que el viejecito había recibido todo a lo largo de su larga vida.

Los ladrones iban a quemar las cartas. Se discutió. 
Finalmente, decidieron devolverlas. Y de a una. 

Una por semana.

Desde entonces, al mediodía de cada lunes, el viejecito se sentaba a lo alto de la loma. Allá esperaba que apareciera el cartero en el camino. No bien veía asomar el caballo, gordo de alforjas, por entre los árboles, el viejecito se echaba a correr.

El cartero, que ya sabía, le traía su carta en la mano.

Y hasta san Pedro escuchaba los latidos de ese corazón loco de alegría 
de recibir palabras de mujer.


Soneto ausente.

El sentido del tiempo se me aclara
desde que te ha dejado y me has traído,
y el espacio también tiene sentido
desde que con sus lenguas nos separa.

El uno tiene ahora canto y cara
porque vive de habernos dividido,
y el otro no sería conocido
si no nos escondiera y alejara.

Desde que somos de la lejanía,
el espacio, que apenas existía,
existe por habernos separado.

Y el tiempo que discurre hacia la muerte
no existe por el tiempo que ha pasado
sino por el que falta para verte.


(R.J)

Me gustas.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca. 

Como todas las cosas están llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mía. 
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía. 

Me gustas cuando callas y estás como distante. 
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
déjame que me calle con el silencio tuyo. 

Déjame que te hable también con tu silencio 
claro como una lámpara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

(Pablo Neruda)

Momentos.

Amo estar con gente que tiene la capacidad de contemplar, 
y disfrutar de lo sencillo. 

Sin mucha vuelta de tuerca.
Permitiéndose sentir la energía que rodea.

Dejando que fluya, el amor,
entre las cosas y las personas.

Sintiendo la naturaleza y sus regalos,
dejando espacio a la palabra 
como así también respetando los silencios.

Amo estar con gente que se permite ser.

Existiendo, viviendo.

La vida no se mide en minutos, se mide en momentos.


(Christchurch, New Zealand)